El nuevo Presidente de la República de Francia, Emmanuel Macron, tiene claro que el modelo económico del país galo se ha quedado obsoleto. El discurso centrista con el que ha seducido al electorado sirve ahora como eje para una nueva etapa política en la que su primer ministro, el conservador Édouard Philippe, está llamado a comandar una amplia agenda de reformas.
El problema de la sobrerregulación está encima de la mesa. No es para menos: la OCDE calcula que el PIB se reduce anualmente un 3,7 % como consecuencia del exceso normativo de nuestro país vecino. De hecho, un informe encargado por el Elíseo hace ahora cuatro años determinó que hay al menos 400.000 normas redundantes que podrían ser eliminadas sin consecuencias negativas.
Pero, además de atajar la lacra que supone el exceso de regulaciones emitidas por las Administraciones, Macron ha anunciado que también busca introducir un mayor grado de flexibilidad en sectores como el comercio. Ya en 2015, como Ministro de Economía, introdujo una Ley para el Crecimiento Económico que ampliaba la libertad de horarios y días de apertura.
En virtud de aquella norma, conocida como la Ley Macron, el número de domingos en que se permite la apertura de los comercios pasó de cinco a 12. Además, se introdujo el concepto de zonas turísticas internacionales, que permite la apertura de los comercios los siete días de la semana. La reforma, inspirada en los cambios aprobados por el Gobierno de España entre 2012 y 2014, será repasada y potenciada durante la nueva legislatura, aprovechando la amplia mayoría legislativa con la que cuenta Macron.
La economía gala necesita crecer con mayor intensidad para asegurar la prosperidad futura y las medidas regulatorias que sugiere Macron van precisamente en la dirección adecuada, ya que apuestan por un marco más flexible, dinámico e inteligente, acorde a los retos económicos que enfrentamos en pleno siglo XXI.