El objetivo primordial de la Unión Europea en el ámbito energético es lograr la neutralidad de carbono para 2050. Un objetivo cuya consecución precisa de la acción coordinada de empresas y gobiernos de todo el continente y la implantación de impuestos al CO2.
Así al menos se estableció en la conversación mantenida entre Andris Piebalgs, ex comisario de Energía de la UE, y Jorge Padilla, investigador del Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI) hace unos días en Madrid.
Entre otras cuestiones, Piebalgs calificó de indispensable la necesidad de unas “reglas de juego claras y bien diseñadas”, todo ello orientado a disponer de un mercado de la electricidad flexible que permita la llegada continuada de empresas de energías renovables.
Por su parte, Padilla puso de relieve la importancia de la fijación de precios de la energía al valor del coste marginal, ya que, en su opinión, puede derivar en “una agravación de las dificultades financieras, la inestabilidad del mercado, la volatilidad de los precios y los posibles problemas de seguridad de suministro”.